De una balanza equilibrada,
deseo ver cayendo, como el rocío en el amanecer,
un manojo de olivo, color esmeralda,
zarandeado por el huracán de la vida.
Y en cada platillo, que no se incline ningún lado
a pesar de las tormentas que arrasan al pasar,
bebo los vientos por encontrar
siquiera una paloma en su nido.
¡Que la balanza y la paloma
sean, por fin, brújula en este mar de la vida!
Dime, timonel de otro barco,
¿acaso mi mundo no precisa de justicia y paz?
¿Acaso sin un olivo de esmeralda
habrá esperanza de vida en este diluvio?