“Miré los muros de la patria mía
si un tiempo fuertes, ya desmoronados…”
( Francisco de Quevedo)
Miré los ojos de la amada mía
si un tiempo claros, ya en gris empañados
por la niebla que oscurece a su amado
y enturbia la esperanza que vertían.
De niña sus esmeraldas lucía
sumergidas en rayos plateados,
y yo buceaba en el mar lunado
de la noche, para alcanzar su día.
Pero la otra noche, ¿por qué era noche,
noche oscura, cerrada sobre mi alma?,
¿dónde se fue la ilusión en derroche?,
¿dónde estaba el desbordar de su calma?,
¿qué brillaba en ella sino un reproche
que, sin querer herir, ya me desalma?