"LA RECAIDA"
Un día dije adiós a mi esperanza
la cual, según los cánones, muriera
después que se extinguiera la confianza
y un hálito de fe se me extinguiera.
Curado me sentí de las pasiones,
apático hacia todos los placeres,
ajeno a las carnales sensaciones
que a veces nos despiertan las mujeres.
Iguales eran todas. Ni una había
que hiciera de mi amor el bello cielo
aquel donde mi musa se sentía
haciendo del insomnio su desvelo.
En mi loca actitud me figuraba
ser un hombre de hierro y hasta luego,
al andar con las bellas me jactaba
de ya no chamuscarme con su fuego.
Mas, de repente fue y, sin darme cuenta
apareciste tú con esos ojos
que la ternura al dibujar inventa
resucitando todos mis antojos.
Con tu piel de durazno me atrapaste;
la flauta de tu voz hizo que presto
olvidara mi pose y me embrujaste
e igual que naja, abandoné mi cesto.
No es raro que lograras atraparme,
tal vez aún no cerraba bien mi herida.
Entiendo que no debo disculparme;
pero hoy por ti, mujer, pierdo la vida.
Ignoro de qué extraños sortilegios
o de qué talismanes te valiste;
pero no he de ignorar los privilegios
de las flechas de amor con que me heriste.
Sólo sé que otra vez, enamorado,
indefenso y esclavo de tu sino,
por haber acudido a tu llamado,
renace en mí la fe, no así el camino.
Heriberto Bravo Bravo SS.CC (Derechos reservados)