Alce las fuerzas con las que valorosamente
enfrente a mi enamorado corazón.
Justo encadenado, está discretamente aferrado,
mi orgullo y coraje lo acompañan,
juntos momificados, petrificados en el interior
del sarcófago del que poseo llave,
del que no tengo voluntad de abrir.
Los labios reposan ansiosos de despertar,
para abrirse paso entre suaves mareas
y sedosas corrientes, como solo hace tres meses
me pudiste ofrecer, divina beldad.
Descuida. . . confía. . . aguarda,
que algún día de nuevo. . .
podre atraparte con cálidos abrazos
y noches de dementes besos infinitos.
Hasta entonces nadie más usurpara tu lugar,
nadie mas que tu será quien me de
las noches de develos y los agonizantes días
que dan placentero dolor inherente.
Como un caimán inmovilizado, que toma
ese ardiente sol ecuatoriano del medio día,
como la fiera pacientificada, que espera
ese momento de saltar a devorar lo que diviso.
Como cuerpo inerte, estático y sin vida,
con la impotencia de ver lo que hay
en su entorno, ni de sentir
esperanzado otra piel, ni otra brisa cálida.
Así!. . . bien, estoy capacitado
para aguardar una década,
un siglo, pero regresa a darle tu aliento
a este cuerpo inerte