Así fue el desenlace de mi gran amor.
Apenada clamaba mi presencia,
con voz queda pedía con insistencia,
dame tu mano, no te aleje por favor.
De apoco se fue apagando su dulce voz,
mirándome fijo dijo; ya no te puedo ver,
siguió mirándome, ya sin padecer.
Se traslado en mí el dolor, el dolor atroz.
Desde la montaña dije; Dios; ya no castigue.
Con la nevada se cuajo mi lágrima.
Despojado de ropa subí hasta la cima,
mi cuerpo desnudo a la nieve entregue.
Sobreviví para recopilar nuestros pasados.
desde que ella se fue con el niño en brazo,
ante que yo pudiera acunar en mi regazo,
ahora solo acúno mi corazón destrozado.