LA VIDA NO ES CÉNIT

LA VIDA NO ES CËNIT.

Origen en la infinitud,

riberas de pesadumbre,

rigor mortis que arrastra la

vida inexacta.

Se extingue el viento sólido

que te acompaña,

se quiebra el árbol que

aún respiraba.

Aquí, hablares hubo

de pueblos mantenidos por la ignorancia,

continuos los ojos mundanos

de la gran multitud,

ascendiendo juntos con

el vuelo de una única alma.

Paredes que encerraban

naturales deslices,

humanos errores,

mortales defectos.

Apresurado humano

sediento de intensa emoción.

Habitación con vistas al cielo,

lamentos que transmiten serenidad,

perfumes que van perdiendo paulatinamente

su supuesta, inviolable esencia.

Aquí, hablares hubo,

cantares, plegarias oriundas

de la vida oscurecida.

Madre y oh Dios,

cuán rauda se extinguía la dicha,

qué largo se nos hace el pesar.

Cuán breve la vida,

cuán larga la muerte.

Silencios que traspasan,

engrandecen y ensombrecen

(a la vez).

Ritos tan comunes presiden las

larguísimas calles de la cotidianidad.

Me yergo y miro a todos los

mortales a los ojos,

sólo veo una mezcla de confusión

y esperanza,

como un telón alzado de bruma

en sus corazones.

Camino con pasos lentos,

observo sus movimientos,

examino sus variopintas creencias

desechando los tristes restos,

resguardando las auras de preciosa

y útil fe.

La soberanía,

o nuestra impaciencia

de quererlo todo hecho.

La vida no es cenit,

es una rampa,

quien asciende, conoce, progresa,

quien se detiene, se rezaga.

 

Yo la llevo conmigo a cuestas

(es ella quien me empuja a recorrerla,

obviando previsibles consecuencias).

La vida encumbra a sus amantes,

la vida es una carga llevadera

y todos la llevamos a cuestas

Yo quisiera entera explorarla,

entenderla, penetrarla.

Cuán breve la vida,

cuán larga la muerte.

Carga llevadera

o insoportable.

No poseo el don de la vida eterna

y no pienso detenerme,

sólo seguir quemando etapas.

Mi tiempo,

que sea para encaramarme sobre sus hombros,

solazándome con la belleza esparcida cual litoral

desde ésas, las empíreas alturas del conocimiento.

La vida sólo es cenit al final

de una interminable rampa.