El frío
era fino
y traspasaba
el alma
como agudas navajas
de doble filo.
El aire
era espeso,
como que Dios
daba un bostezo.
Sus manos
petrificadas,
sus ojos
acristalados
buscaban
con ansias
el rostro
amado.
Se oyó
un murmullo,
se oyeron voces
acercándose
al lado suyo,
todos eran invisibles
ante su mirada,
el gentío le sofocaba...
¿dónde estás amor mío?
A como pudo se abrió paso,
su razón le pedía
que se alejara
de aquella escena
que no le pertenecía...
su corazón le insistía...
"vé, busca su cercanía".
En ese momento
el sol estalló,
la tierra
se partió en dos...
en otra vida será.
Inmóvil
tras el cristal
le vió como nunca jamás.
Inerte.
En esta vida
nunca jamás,
nunca jamás.
Allí
es cuando
por fín
la razón se acobarda,
te da la espalda,
y deja solo al corazón
culpándose
y a vos
repitiendo:
"Yo le amaba"