LA VIGILIA DE LAS MÁSCARAS

LA VIGILIA DE LAS MASCARAS

Llegaron de muchas partes del mundo,

a la vigilia de las máscaras,

algunos pensaban que era una simple alegoría,

de tiempos remotos,

otros eran fariseos

venidos de ultramar,

querían ser ajenos a toda realidad

prodigios del relámpago y la brisa.

Creabanrituales al fuego,

entre hechiceras y blasfemos transeúntes,

moviéndose impasibles ante el rostro del sueño,

seguros ante el exterminio del sollozo.

La palabra era un estandarte

de funestos noctámbulos,

dispuesta a morir

ante el temblor del desastre.

El pasajero del tiempo vagaba

al borde del abismo,

con un estremecimiento,

de galopes encendidos.

La vigilia empezó

sobre la frágil pesadilla del crepúsculo,

y la noche curvada de metáforas.

Podían calcular el rostro de la niebla.

Las doncellas danzaban

bajo una tempestad de monumentos

y apesadumbrados monarcas.

La huella de los siglos,

pasa entre ruinas y voces maltrechas.

Los saltimbanquis usan la perdiga

para atravesar la ausencia,

donde un rayo de luz hace profundas veneraciones

y los penitentes se inmolan en la piedra de los sacrificios,

tras una estrofa de bosques encendidos.

Vinieron de muy lejos,

del lugar de las apariencias,

donde el amor era un invento de patriotas,

y la libertad un juego de traidores,

eran asiduos pescadores de milagros,

imberbes caminantes de sable y fuego

dispuestos a morir al primer lance,

donde la esclavitud se multiplica.

Cuando la muerte traspuso la primera puerta,

un aluvión de fragancias invadió la estancia,

en un tropel de celosías,

como si los cuerpos se destrozaran al caer.

Eran martirio y regocijo

en una marcha de acertijos.

Como suave leyenda

se desprende

el canto milenario

del hombre

que aprendió

el oficio de olvidar.

ALONSO QUINTÍN