El día de hoy no piso próspero
para nada
y se me escurren, como chispas,
los tintineos y los martillazos,
los parpadeos
y las caricias
y una serie de puntos
que delinean
mi hartazgo,
y que aplazan, bajo el suelo,
la ruta de una miseria:
visité el momento
pero aún no eras y
cuando llegó el tiempo,
yo ya estaba
lapidado.
El día de hoy no piso sólido
para nada
y todo es culpa de tus belfos
piramidales,
de tus sonrisas como anagramas
y de las trizas de tu
rastro que jamás
encuentro (pues hay que
aceptarlo: tú eres
centella sostenida
en prismas y yo
sólo átomo
de un
escalpelo.)