Casi sin quererlo, noble,
irremediable, lenta, bellamente,
Mimí se muere y su perfil amado
se abate manso en la austera cama;
mi pecho se sacude con espasmos
de dolor carencia vacío impotencia
Desde la platea sufro, en la escena lloro
Mimí ya no escucha y ni siquiera
puedo ver qué luces del pasado
encandilan el presente mustio.
Alguien olvida apagar las candilejas
el aplauso que no empieza, no termina.
Mi historia es apenas una mancha
en un libreto borroneado por el uso.
Crítico y autor, héroe villano,
la pluma escribe en ambos lados;
la pobre ficción de nuestras vidas
apenas se gradúa de melodrama.
Empeño mi saco, junto las monedas,
puede que una lágrima me salve del olvido.
Guardo mis cosas, pocas que sirvan:
una sonrisa, aquellos aromas,
hojas amarillas, fotos grises,
y este latido feroz que no obedece
Fin. Nadie aplaude. Soy actor testigo
de una gastada escena, artista y público.
Echo una última mirada sobre
unos cuantos sueños desgarrados,
romances descosidos por falta de uso
y una esperanza usada que no enciende.
Desde el oscuro fondo de la escena,
Las muertas heroínas ven mi pena
y se esfuman con un temblor
de flores muertas; ese viejo olor
a vestido de novia guardado.
Nadie avisó que el amor venía a contramano...