LA BLANDURA

Aquél olor a pasto húmedo
quién lo pudiera nuevamente percibir.
Húmedo por el relente o rocío.
Por la blandura pudiéramos decir.
Percibido en la mañana
cuando ya calienta el sol
y has dormido en la majada
del ganado. Porque eres el pastor.
Tu cama un montoncito de paja
extendida con mucho mimo
para que algo semeje
al colchón de tu humilde cama.
Por manta una pelliza.
La pelliza vieja de mi padre.
Que además de ser ya vieja
me la enganché en los alambres.
Y para cubrirme cabeza y cara
pues la luna alumbra mucho,
un sombrerillo de paja
que me hizo el cabrerizo
con las palmas que encontraba.
Y aunque es verano y el rastrojo
guarda el calor de la jornada,
sopla un fresquito birujilero
al llegar la madrugada.
Luego sale el sol
y comienza a calentar la mañana
y el pastor se va despertando
al tiempo que está respirando
la blandura que en el alma
el rastrojo le está tatuando.
Y que hoy, al cabo de tantos años
durmiendo en mullida cama
y con el aire acondicionado,
piensa y siente la amargura
pues no puede,
retornar de nuevo a lo pasado.
Retornar y respirar
aquél aroma de blandura
que le llenaba al despertar
el pecho y el alma en su premura.
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P.D.
Por techo las estrellas.
Por cama los rastrojos.
Por música los balidos
del corderito de añojo.
Y con el alba la dulce alondra,
las cogujadas y los trigueros
hacían que despertara
el pastorcito,
en los umbrales del cielo.
Pobre niño sin escuela.
Pastorcito desgraciado
que al recordar aquél aroma
- Hoy ya ancianito y jubilado –
se siente muy afortunado.
Que aunque le quitaron los libros
y el jugar con los amigos,
nunca pudieron quitarle
el recuerdo del aroma
del rastrojo humedecido.