No puede morir la muerte
que de por sí muerta está
y sólo le quedará
matar para poseerte.
¡Qué terrible vocación
de la muerte tan ingrata
que sólo hasta que te mata
encuentra satisfacción!
Yo, por cierto, la detesto
ni quiero tratos con ella;
por más que la pinten bella,
si llama no le contesto.
La evito lo más que puedo,
la rehuyo, me le escondo.
Si llama, no le respondo.
Le temo. Le tengo miedo.
Sé que algún día vendrá
tarde o temprano a mi vera
y quiérala o no la quiera
indefenso me hallará.
Nadie podrá defenderme,
ni nada valdrán mis ruegos
y terminarán los juegos
que inventé para esconderme.
Ella vive de matar
y mata para vivir.
Llega a veces sin sentir
y no se hace del rogar
cuando alguno la convoca.
Ella llega de inmediato
y no es nada, nada grato
ver que a veces ya te toca.
Aunque le cierres la puerta,
se cuela por la ventana
y para ella no hay mañana
porque siempre está en oferta.
Empero, lo que ella ignora
es que al matarme no muero,
simplemente me libero
de su saña destructora.
Pues hubo Alguien que murió
por todos alguna vez;
pero a la cuenta de tres
días, Él resucitó.
Así que si en Él vivimos
también con Él moriremos
y si por Él existimos,
con Él resucitaremos.
Heriberto Bravo Bravo SS.CC