NO QUEDA FUEGO

No queda fuego, llama
ni tan siquiera rescoldo
de aquel incendio que tu
prendías  cada mañana
por muy temprano
que fuese,
por mas tarde 
que el reloj dijese
es hora de dormir
y no de hablar.

Ahí estaba tu risa
siempre
como hecha a molde,
esperada como hogaza
de pan recién hecho,
todavía caliente del horno,
crujiente la risa,
espontánea, tan tuya.

Y en la distancia
cada uno a un lado
de la calle, 
esperando cambie
a ámbar el semáforo
para cruzar al otro lado,

la otra orilla de la vida.