Podría ser que tenga tantas culpas
que las mañanas resulten pecaminosas
caminar mis barrios y pedir las disculpas
marchitar a mi paso el florecer de alguna rosa.
Y de tanto poseer daños preventivos
ajenas razones, que otros me debitan,
me tendría que gatillar pecados posesivos
cuando la muerte me dá y la vida me quita.
Pues estando en un pozo, ácido y demente
mordiendo el polvo, sintiendome absoluto,
trato de objetar cuestiones que pretenden
soslayar teoremas de fugaces interludios.
Y a cada culpa, la sangre del orfebre
talla piedad, me deviene adyacencias,
todos piden...nadie ofrece lo que deben
sigo mi camino, que importan mis urgencias!