En una casita humilde,
allá por el mes de abril,
se lleva a cabo un velorio:
al centro, entre cuatro cirios,
esta tendido Liborio
que era, de oficio, albañil;
la que lo llora es Clotilde,
su mujer, aún juvenil.
Las vecinas, hoy presentes,
están rezando un rosario
y después entonan un canto;
en eso, destaca el llanto
del compadre del difunto,
que lleva por nombre Edmundo,
y era su fiel compañero
en la torre en construcción:
"¡Ay, comadre, comadrita!
¿cómo se nos "jué a pelar"
mi compadrito Liborio?
Y pensar que a mi me hizo
sus últimos comentarios,
justo antes del accidente
que le resultó fatal."
-¿De veras, compadre? ¿qué dijo
mi viejo, antes de "azotar"?-
"¡Ay, comadrita, me dijo
como diálogo final:
El andamio no está fijo,
¡¡NO LO MUEVAS, ANIMAal!!"-