Lienzo eterno

Sentada en la cúpula

del próximo ocaso

apagando esos demonios

que juegan con la paz

de tus diluvios

de tus recuerdos

y

un rayo

de luz

recorriendo el cauce

de la misma naturaleza

bajando al Olympus

en un verdadero acto de fe

pero

aún así

la duda llegando

al caer las hojas

testiguando la llegada

del silencio otoño

aquel mensajero

que reconoce tus miedos

al cerrar tus ojos

en presencia del abismo

cargado de lluvias

de vacíos

de nidos.

Y

el agua

acaricia el vaho

de aquella clara piel

disipando la belleza

de tu nacer

con

fragante pureza

entrando al olfato

escuchándote a ti misma

encontrándote

en el vaivén de tu viva

sintiéndote

descubriendo el aroma

del incienso revocado

de tu alma de niña

y de repente

estabas apostando

a estar de nuevo sola

con tus sonrisas

repletas de obleas

con miel de primavera

sabías que era el momento

exacto y propio

donde la división

entre tu realidad

y tu cuerpo de mujer

hacían unión

con el Dios de la juventud

aquel que absorbe

las penas y las avaricias.

Y de aquellas caricias

que el agua hacia

guardada a memoria

cada parte de tu lienzo femenil

agrupando la ternura

expuesta al sol

un juez nativo

que a calor

reconoce tus sombras

y a ti

la misma naturaleza

te dice al oído:

no olvides

tu alma

tu lienzo eterno.