Busqueda Avanzada
Buscar en:
Título
Autor
Poesía
Todos
Ordenar por:
Mas recientes
Menos reciente
Más vistas
Defecto
Poema
Categoría: Tristeza

LINDOS ZAPATOS ROJOS








El Chamán de Aztlán

24 de abril · 









LINDOS ZAPATOS ROJOS


―Ya me voy abuela. —dijo Simón tomando su chamarra, y como era costumbre, le acercaba la frente para que lo persignara―. No se me hace tarde, quedé de pasar por ella a las tres en punto de la tarde, solo quiero hacerle presión para que en esta ocasión no se demore tanto. —agregó.


La mano arrugada y llena de lunares se detuvo en la frente de Simón, en vez de santiguarlo, lo tomó del cabello y le dio ligeros jalones, lo miró con la dulzura de una madre, la sabiduría de una abuela y la experiencia de una mujer.


―Pero si apenas va dar la una niño, y su casa está aquí cerca. —dijo en tono de regaño.


―Si abuela, pero siempre tarda mucho en decidir que ponerse. —respondió en tono de resignación.


La anciana lo tomó de la oreja con suavidad, lo dirigió a sentarse en el sillón lleno de los adornos que ella tejía en sus largos tiempos libres acompañada únicamente de sus recuerdos; le apretó amorosamente las mejillas, lo miró fijamente y le susurró:


―Tan hermoso como tu padre, pero tan ciego como todos los hombres —suspiró.


―Tus padres te han hecho un jovencito de bien, eres sano, muy guapo y vas por buen camino; pero escúchame, aléjate de esa muchachita, ¡Pero ya! es por tu bien. —dijo en el tono categórico que caracteriza a toda cabeza de familia.


Simón la miró con sorpresa, no por el regaño, más bien por lo que intentaba decir su abuela, con ella jamás se hablaba de esas cosas. Parecía ser algo serio, inmóvil se dispuso a escuchar con toda atención.


―Mira, esa mujer no te conviene hijo, si dices que siempre pasa horas decidiendo que ponerse para salir, no es una mujer de fiar. decía al tiempo que miraba con discreción la servilleta que arrugaba nerviosa en sus manos sobre sus rodillas. Puso una mano sobre la pierna de su nieto, lo miró con el rabillo del ojo para cerciorarse que tuviera su plena atención y agregó:


―¿Tiene muchos pares de zapatos, hay bastante ropa colgada y nunca tiene que ponerse?—Preguntó tajante, Simón asentaba tímidamente con la cabeza.


―Esa mujer te va a lastimar de la peor manera, lo mejor que puedes hacer es jamás regresar a verla, no la busques, aléjate. No es por su indecisión, su impuntualidad o por su vanidad; con esa mujer, un día vas a llegar a tu casa y vas a ver que está con otros zapatos y con otro vestido, no con los tuyos. —sentenció mientras tomaba ambas manos del pasmado Simón y completaba su explicación:


―Cuando una mujer así, dice que no tiene nada que ponerse, a pesar de tener para elegir, está diciendo que no sabe encontrarle el lado bueno a nada de lo que tiene; la satisfacción no está en lo que tiene, su plenitud siempre estará en lo que no tiene. —dijo en tono contundente sus palabras no sonaron a una simple plática, más bien parecían la exposición de un erudito que conoce a plenitud un tema. Haciendo una breve pausa la abuela continuó su exposición:


—Estarán en sus manos los preciosos zapatos rojos que siempre quiso y combinan a la perfección con el lindo vestido blanco y con la bolsa, pero no tiene el maquillaje exacto; tendrá el vestido, el maquillaje, la bolsa y hasta los zapatos, solo que si la bolsa no tuviera esos ribetes, o el vestido tuviera olanes mas pequeños, o los zapatos tuvieran ese pequeño adorno en la punta, si estaría ideal; el sencillo vestido escotado que le queda de maravilla no es suficiente, ese bello vestido lleva collar, y los collares que tiene o son vulgares o muy llamativos, además le faltarían los aretes; si de casualidad todo está correcto y combinado, seguramente estará muy formal y la salida es por la tarde. Dime, ¿Siempre encuentra algún detalle de lo que sea, para evitar tener el paquete completo a pesar de tenerlo todo? un detalle, que normalmente no existe; siempre faltará algo para que todo se desvanezca. Alguna vez te has preguntado por qué pasa eso, si lo importante eres tú y lo que ella siente por ti.


Le apretó la mano con más fuerza, sin levantar la vista y tras un largo suspiro la abuela continuaba su explicación pero en tono uno menos solemne:


―Esa niña apenas está descubriendo el mundo y no sabe ser feliz con lo que tiene solo para ella; no es con su ropa hijito, es un descontento que tiene en su interior y, poco a poco te darás cuenta que es con todo y por todo. Hoy son los zapatos, mañana serán tus caricias, hoy es su vestido, mañana serán tus abrazos, hoy es su peinado, mañana será tu atención; hasta que finalmente no esté conforme con el paquete completo que está solo para ella, vestido, zapatos y peinado, o besos, abrazos y atención. Algún día le comprarás el vestido que tanto le gusta, le conseguirás los preciosos zapatos rojos que siempre quiso, la llevarás por su peinado favorito y hasta con su fantástica bolsa para hacerle el conjunto completo; se armará con todo, mirará el espejo y seguramente dirá que no luce como debería. Escúchame, esas mujeres no saben disfrutar y gozar el ajuar completo de nada que hay solo para ellas, siempre tendrán en la cabeza que «algo» les falta para tener el anhelado paquete completo hecho solo para ellas; desconocen que la plenitud, la alegría, y el regocijo lo tienen entre sus manos, junto a ellas, en su lecho, en su día a día, en sus malos humores, en sus risas, en sus caricias, en sus pasos, en su respiración, que están ahí solo por ellas y para ellas.


La sorpresa de Simón se reflejaba en su incrédula mirada de ojos desorbitados, intentaba procesar en su mente las palabras de su abuela y ésta con la cara que comenzaba a llenarse de lágrimas continuó con su razonamiento, pero ahora ya con la voz entrecortada:


―De verdad mijito, lo mejor es que te retires ahora, no quiero verte sufrir en el futuro por una mujer que nunca aprendió a valorar lo que tiene para ella sola, siempre estará en la búsqueda de un «algo», un idílico y fantasioso «algo» que le hace falta para ser plena y, algún día, en esa estéril búsqueda, tirará por la ventana todo lo que sí tiene para ella por una estúpida ilusión, que le hará perder todo y acabará sola, vieja y arrepentida de no saber apreciar lo que tenía para el disfrute de ella sola. Cuando arregles el jardín, faltarán aquellas pequeñas rosas de castilla pero en color amarillo para que quede fantástico; al pintar su casa, hubiera quedado mejor con el techo en un tono más claro para que quede lindísima; sacarás la basura y te dirá que faltó el envoltorio del desayuno; ahora imagina eso pero con el dinero. Será muy tarde cuando entiendas que nunca nada es completo, por todo y con todo siempre faltará un pequeño detalle, que nunca existe; y te diré lo que pasará, comenzarás a tomar distancia sabiendo que nada de lo que hagas la hace sentirse plena, y qué piensas que hará esa mujer, lo único que aprendió a hacer, buscar el ficticio pequeño detalle que le hace falta a la relación que ella sola erosionó; en su interminable búsqueda de su propia utopía te arrastrará al dolor más grande que existe para un hombre, tu lo descubrirás y te alejarás para siempre, te darás cuenta que perdiste años de tu vida intentando satisfacer a una anhelante perpetua; a ella solo le quedará esperar el final de sus días sumida en la rabia de verte feliz con alguien que si supo apreciar lo poco que tiene, agobiada por el tormento de saber que ella fue la única culpable, y asfixiada por la aplastante soledad. Hijo no la vuelvas a ver, yo sé bien lo que te digo, esa mujer tendrá sus hermosos zapatos rojos que le encantan, pero siempre esperará encontrar esos mismos preciosos zapatos rojos pero con ese imaginario pequeño adorno extra en la punta que los harían verse perfectos.


La abuela con el pedacito de papel arrugado que tenía entre sus manos secaba sus lágrimas intentando que se llevara tantos años de tristeza y soledad que celosamente guardaba en secreto. Por su parte Simón, agradeciendo el gesto de la anciana al abrirle su desolado corazón le regaló su hombro y la aprisionó con firmeza entre sus brazos, deseando diluir todos sus pesares, aunque sabía que para algunos casos, ni siquiera el tiempo los puede borrar.


Simón procesaba en silencio la información y espiaba discretamente su reloj, se despidió cariñosamente de su nueva consejera y preparaba su retirada, esperó a salir sólo hasta que el reloj marcó diez minutos antes de las tres en punto de la tarde.


Raul Bravo

México 

2018

El Chamán de Aztlán

@chamandeaztlan

Derechos Reservados ©


Datos del Poema
  • Código: 380462
  • Fecha: 31 de Mayo de 2018
  • Categoría: Tristeza
  • Media: 10
  • Votos: 2
  • Envios: 0
  • Lecturas: 766
  • Valoración:
Datos del Autor
Nombre: Raúl Bravo (elchamandeaztlan)
País: MexicoSexo: Masculino
Fecha de alta: 31 de Mayo de 2018
Ver todas sus poesías
Comentarios


Al añadir datos, entiendes y Aceptas las Condiciones de uso del Web y la Política de Privacidad para el uso del Web. Tu Ip es : 44.200.179.138

1 comentarios. Página 1 de 1
Carlos Caicedo
Carlos Caicedo 31 de Mayo de 2018

Deseando diluir todos sus pesares aunque sabía Que a veces ni el tiempo los puede borrar,Felicidades por un buen escrito

Tu cuenta
Boletin
Estadísticas
»Total Poesias: 99,627
»Autores Activos: 4,260
»Total Comentarios: 47,522
»Total Votos: 9,266,099
»Total Envios 159,596
»Total Lecturas 142,892,756

© HGM Network S.L. || Términos y Condiciones || Protección de datos | Política de Cookies