Tanto y tanto

Duele abrir los ojos por la mañana con tu recuerdo arañándome el corazón. Levantarse, incorporarse, plantar un pie en el suelo y tomar contacto con la realidad. Un día más.
Andar hasta el baño y chocar contra el espejo y no verte. Bajar las escaleras y tragarte de frente las vulgaridades de un día cotidiano. Comer, andar, hablar de cualquier tema insustancial, ver el correo, volver a comer, hablar de otro tema más insustancial todavía, ver una película, leer, dormir…
Salir a la calle es otra batalla. Supongo que nadie entiende lo que es esta vida sin ti. Cada esquina es un momento donde creo verte. Ese lugar escondido en la castellana donde me esperabas con tu coche es una espada que llevo clavada en el costado. Cada persona creo que eres tú. Una tarde por la Gran Vía, entre el bullicio de los coches y el humo del cigarro que caracteriza a Madrid, creo ver tu pelo desinteresado buscarme como aquella vez que llegaste tarde. Creo que me sonríes de esa forma. Cualquier autopista que hemos recorrido antes cuando cantabas en alto al Sabina y me ponías la mano en la pierna, cualquier restaurante en el que hayamos compartido una tarde y un par de opiniones, el asiento de atrás de tu coche en pleno carnaval cuando no nos importaba la gente. Aquella noche de cervezas en Aranjuez cuando me brillaban tus ojos en el corazón y me dabas un beso. Aquella tarde en el local de Lavapiés cuando te tomabas un mojito y me cantabas canciones. Las tardes en tu casa intentando colarme en tu vida, las noches locas que siempre sobrevivían a la piel. Aquella tarde con tu camisa blanca y tus ojos centelleando de felicidad. Cualquier camino se vuelve negro cuando no están tus botas pintando el suelo que pisamos. Sin tus besos nada de este mundo mundano tiene sentido. No hay más luz.
Quisiera tener tus manos en mi cara como ayer, que me besaras como antes, que me apartaras el pelo de la cara y me dieses besos. Termine donde termine. Quisiera olerte. Olor de vals descompasado que me deja en vilo. Quisiera volar contigo más allá de tu ventana.
Regresar a aquellas noches que hacías arte. No sabes lo que es enfrentarse a estos amaneceres que se desangran delante de mis ojos. Solo me queda quedarme quieta mirando como los teléfonos que te esperan se echan a llorar.
Son tus ojos un puñal en mi memoria, tus ojos azules quitándome la vida. Tu espalda adornando esa cama. Tus pecas coronando tu piel. Tú, tú tan tú, tan distinto a todo el mundo, andando por Madrid, riéndote, cogiéndome por la cintura.
No sabes cómo te espero. No sabes tampoco lo que te he esperado. No sabes tantas cosas que quisiera decirte mientras te ahogas en las olas. Desde estos bancos no me oyes cuando grito tu nombre. No puedo arañar más tus persianas que manchan tu espalda de luz cortada y acuchillan otra noche. No sé lo que queda de todo esto.
He perdido tus ojos azules que alumbran mi camino a casa.
Te necesito tanto y tanto…