Ya no es la muerte larga la que te busca,
ni la noche más pálida y verduga la que te persigue,
porque tus ojos amanecieron con mi pupila incrustada.
Mirada tenaz y opositora a su camino,
con actitud espontánea de guerrero potente,
con el valor que hereda el amor
incrustado hasta el hígado y el corazón que los mira
con tus ojos de castaño reforzado,
pronunciando que hasta las riberas
de tu senda de espiga ya tienen nombre.
Y que tu deseoso rayo de
Eva tiene un hombre.
Que sus murallones,
ahora mendigos de la muerte,
fueron invadidos por un ejército de verdes titanes.
Desde mi plasma rojo
a mis células ocres.
Bajo un cielo fueguino-amarillo de testigo,
cuando los menesterosos de la muerte que te perseguían
yacen extendidos
al limite del pie del limonero del reposo.
Y sus hilachas de ropaje,
fueron mis muertos predilectos
¡ Ahora descansa amor ¡
Su muro débil y
su madero ya pútrido no son decisivos,
caen de bruces
con su hierro de óxido pesado y
los paredones humillados,
son famélicas grietas inundadas e inofensivas.
Ya no te persigue ni la mustia arcilla
ni la greda inapelable,
porque están mis hombros de nido y osera
para tu reposo de boca encendida y palabra,
la latitud de tu dulce rostro
resbalando segura entre mis dedos de meridiano y continente.