Sonríe, aunque la vida parezca dura.
Sonríe, aunque tus ojos no quieran ver.
Sonríe, aunque tus labios no quieran moverse.
Sonríe, aunque hoy sea más triste que ayer.
No me niegues la alegría de escucharte reir,
no calles la explosión que hay dentro de tí.
Deja que tu sonrisa se escuche a gritos.
Deja vivír lo que de adentro quiere salir.
Cuando hayas liberado esa necesidad imperiosa
y ya no tengas nada que callar,
verás que no hay pena que pese gran cosa,
verás que los problemas son más fáciles de llevar.
Y ya jamás podrán callarte esa carcajada,
porque habrás descubierto con experiencia vivida,
que estar "cara dura" no sirve para nada
y dejar de sonreír, no sana las heridas.