Yo que sé más que nadie, de frutas silvestres,
la razón es más que sencilla, pues soy campestre.
Deguste de todas las frutas existente en los bosques,
embebía mi alma en ellas antes que nadie la toque.
Acariciando unos cabellos suave como algodón,
besé tus labios rojos, a las frutas ahora pido perdón.
Tu boca es más dulce que todas las frutas salvajes,
este cristalino manjar se halla en tus bellos paisajes.
Es el jardín indecible de mi infinita imaginación,
en tus labios refresco y, revivo mi antaño emoción,
Tu mirada me llena de fuego al llagar el albor,
con amor y ternura has hecho de mí, niño soñador.
En tiempo pasado, no hay razón para seguir soñando,
ya encontré a la mujer, que toda vida venía buscando.
Autor: Alcibíades Noceda Medina