MI ALMA YACE CALMA

Mi alma yace calma
cuan nenúfares
de Monet
en una tarde umbría cualquiera.

Como La urraca,
contemplo el nevado paisaje
de mi desolado cuerpo
tumbado en una inhóspita cama
donde sábanas y mantas

son La gran ola de Kanagawa

que se estrella y perece
una y otra vez
contra las costas
de mi alma inmortal.

Apacibles se mecen y duermen
deseos y sueños
con el eventual
soplo del viento
ante los mudos abedules
que los observan
en un perpetuo silencio.

Camino sobre un mar

de nubes Friedrichiano
donde me enfrento
a un sublime paisaje indómito
que me perturba impertérrito la razón
y quiebra con su imagen
mi equilibrio y sosiego
con una pasmosa facilidad
y maestría propia de un artesano clásico.

Desmedidos eventos
se perpetúan en el recuerdo.

Rostros, voces, personas,
acuden a mi llamada involuntaria
escondidos, arrebujados,
entre la oscuridad de la noche
y la llegada al alba.
del dulce néctar del amanecer.

Todavía ensimismado
mientras navego por mi mente
escucho a lo lejos el canto del gallo
recorriendo las calles
como todos los días del año.

Desde la reja de una ventana cercana
un gato vigila atento
cada uno de mis pasos
a la espera de una caricia anónima que le reconforte.