Me asomo a la ventana
de la casa que yo habito,
e indago en los caminos.
No encuentro la certeza,
ni evito la nostalgia;
el barro que persiste
empaña la mirada
de respuestas firmes.
Me aparto de la verdad,
suprema verdad escondida,
entre brumas opacas
que se abandonan
al cansancio de lo efímero.
He aprendido en el camino,
que percibo desde mi ventana,
que mi vida tenía que ser.
Reto a la felicidad,
momentos de placidez perecederos;
tiempos precarios que pasan,
que no durarán eternamente…
Porque nada es eterno,
ni nada es continuo;
es el continuo caminar
de la casa en que habito.