En la cima del norte, donde te conocí,
ya no quedan recuerdos de lo que allí viví,
ya no quedan fragancias de aquella fogata,
que aun con tierra encima, no dejo de humear.
En la cima del norte, donde te amé por vez primera,
ya no se oye la brisa como en primavera,
ya no se oyen los cantos de pájaros ruiseñores,
ya no se escuchan los ecos de nuestros corazones.
En la cima del norte, donde sembré mis alegrías,
ya no se siente tu piel rosando la mía.
Ya no se sienten tus dedos entrelazados,
ya no se siente el temblor de tus labios encarnados.
En la cima del norte, donde te perdí,
ya no me queda duda, de allí yo nunca me fuí.