No me importan tus dudas,
crecí con las lluvias,
en el agua y el viento,
en la caricia del alba,
en el abeto y el lino,
saturado de aromas,
acurrucado de esporas.
Nací con tus besos,
me forjé de tus labios,
me impregné de tus manos.
No me importan tus dudas,
revivo en tus besos
cada vez que me tocas.
Renazco de auroras
cada vez que palpitas.
Me anidas el alma
con tus ojos y flamas.
No me importa si hay dudas,
te llevo en mis labios,
en la alforja en que alumbras,
te llevo cubierta
de mis dedos que tiemblan,
de mis pies que abanican,
de mis ojos que imitan
tu sonrisa que trina.
No me importan tus dudas
cada vez que me tocas.
Tus besos me dicen
miles de aromas,
tus besos aclaman
cuantiosas alcobas,
tus ojos
me esconden bellas aureolas,
me incitan e invitan
a tus alegrías,
a tus noches prendidas
sobre las caricias.
No me importan tus dudas
cada vez que me tocas.
Tengo tus besos que me extasían.
Te miro a los ojos para que sonrías.
Resbalo mis manos sobre las albricias.
Diluyo mis dedos sobre tu figura.
Escapo mi aliento sobre tu agonía.
Me enredo en tu cuerpo a la plena dicha.
Saboreo tu piel de noche no extinta.
Penetro a la vida y me regocija.
Me miras entonces,
y emerge en tu rostro
tu bella sonrisa
y me dice que todo se vuelve caricias.
No me importan tus dudas.
Tengo tus labios… y no tengo dudas.
Tienes mis besos… y no tienes dudas.
Salvador Pliego