MADRUGADAS

Sus manos temblorosas

testigo de una vida de trabajo,

madrugadas frias, calidas o lluviosas

para cumplir su jornada laboriosa.

No importaba la cruenta tempestad,

ni la ebriedad hasta la madrugada,

siempre a la misma hora iniciaba su jornada

recorriendo caminos en su viejo autobús

recogiendo a quienes en él confiaban su partida

para llegar a tiempo a sus trabajos.

Muy conciente siempre fue

del tiempo de la gente que viajaba,

de sus felicidades y desgracias

que cada mañana o en cada viaje escuchaba.

Nunca faltó a su trabajo

que le daba alegrías y tristezas

aunque la madrugada lo atrapara

envuelto en el alcohol

o en compañía de una

corpulenta morena.

Nunca le faltó comida a su familia,

pero tampoco para una cerveza

que le ayudaban a cargar las penas de los otros

y llevar en hombros sus tristezas.

Hoy ya cansado del trabajo,

olvidado por quienes tanto sirvió,

con pasos lentos, manos y voz temblorosa,

solitario, sin pensión y sin dinero, Diego,

el viejo conductor del pueblo, 

sueña con madrugadas frías,

noches de borracheras y aquel viejo bus

 donde tantas historias escuchó.