Dejadme que te cante, linda dama,
no opaques con desdenes mi concierto,
pues ya que el corazón, en calma y yerto,
te biene a confesar cuanto te ama.
Suspiros tras tu paso desparrama,
mi enorme sentimiento, siempre abierto,
así como destella en el desierto,
el centellar vibrante de una flama.
Os ruego que me dejes nuevamente,
mirar el raro brillo de tus ojos,
que inspiran mis poemas diariamente.
O solo por favor, dejadme un poco,
dejadme contemplar tus labios rojos,
aunque al final por ti, me vuelva loco. (2007)