Mamita

Mamita, nuestra copito de nieve, como te decíamos, fuiste lluvia en el verano que humedeció con su amor la tierra donde florecieron los alelís que sembraste con tanto esmero y cuidados. Amor que trascendió a los capullos que cada uno de nosotros trajo a este mundo y a sus generaciones. Tu legado que, con finas puntadas de hilos dorados diseñaste, perdura y perdurará por siempre en cada uno de nuestros corazones.

A un año de tu partida física aún duele y no sabes cuánto, sólo Dios y el sentirnos agarrada a ti podrá, con el tiempo, mitigar el vacío que dejaste, pero sabemos que tu nobleza y esa ternura que irradiabas con tu presencia te llevó directo a la casa del padre celestial donde estas gozando de su compañía al lado de nuestro padre y todos los que partieron y que, con los brazos abiertos, llenos de alegría te recibieron.

Nosotros, tus hijos, aquí en la tierra honraremos tu memoria y legado como el tesoro más valioso que nos dejaste y así lo seguiremos cultivando a través del tiempo; cada una de tus palabras, tus enseñanzas, tus dichos y ocurrencias seguirán presentes en nuestro día a día y será el aliciente que nos sacará una sonrisa.

Es sabido que la muerte es para quien se olvida y tú, mamita bella, seguirás por siempre en cada respiro de tus hijos y toda la familia, quienes te seguiremos amando hasta el final de los días.