Te sigue siempre, pero no siempre te obedece;
tu belleza es esa fiera salvaje que nunca avisa,
pantera azabache, preciosa y ladina,
cuya sola presencia mi corazón estremece.
Hambrienta de presa, escapa impetuosamente de ti,
vanos son tus intentos de contener su fuerza;
y vanos mis intentos de resistir la prueba;
Mientras veo cómo se abalanza furiosamente sobre mí.
Sus garras me atrapan y me agitan con violento frenesí;
Sus fauces expelen su vehemente aliento;
Su espesa negrura es lo único que en mi piel siento;
Mientras veo cómo se funde con mi sangre carmesí. Saciada su ansia, sumisa tu fiera vuelve a ti
y contempláis la sangre de mi herida brotar y brotar.
Con palabras teñidas de amor me pretendéis consolar;
Mientras veo cómo todo mi ser se tiñe sin ti.
Te sigue siempre, pero no siempre te obedece;
tu belleza es esa fiera salvaje que nunca avisa,
pantera azabache, preciosa y ladina,
cuya sola presencia mi corazón estremece.