Una gama indescriptible de verdes
y un intenso olor a hierbas,
invaden el paisaje.
Una cinta de plata serpentea bajando la ladera.
En un mismo corcel, van dos amantes con el trote sus cuerpos rozando.
Él, siente que barre muy leve su rostro, un suave manojo,
aroma y color a canela.
En ella, la brisa se adueña de su cabellera.
Las flores silvestres disfrutan los trinos, los cuerpos sudados vibran y se exaltan.
El murmullo de aguas tan claras y frescas, invitan sin tregua,
mientras por doquier las prendas descansan.
El arroyo canta, se convierte en lecho, los labios se juntan, los cuerpos se abrazan.
Una sinfonía deleita y embarga.
Un batir de alas, un chirriar distante.
Un soplo que arranca de hojas y ramas una melodía mas que improvisada.
Un rumor de besos , el crepúsculo invade.
El sol se retira, lo espera su cuna,
y entre llamaradas de sexos y cielos, muy tímidamente aparece la luna.
Vuelve a ser testigo con su luz de plata, de locos placeres, de goces divinos.
De cuerpos fundidos de dos que se aman mientras huye el día, y cubren las sombras, excesos, delirios,
y acallan suspiros y tiernos jadeos, de los que hacen derroche, los enamorados. ® Susana Valenzuela 28-10-11