Madre sin hipocresías.

Con el manto de Dios cubriste sin recelo
el opaco dolor que llevas en tus días,
soportando el ansiado despertar de tus cielos
para traer al mundo un hijo de la vida.
Con tus manos ásperas de trabajo y letargo
llevaste el vientre bien alto sin verguenza,
y sola pudiste con el afán soportarlo
sobre esas miradas de hipócrecía siniestra.
Y en tu soltería mal vista abrazaste ese hijo
que te transformó en madre en pocos segundos,
sin escuchar las frases que alguien te dijo
porque eres feliz! y te ríes del mundo.