Ella llegó un agosto y se fue un enero dos años después. Se fue como llegó, con sencillez, sin dramas, sin prisas. Me cautivó con su juvenil dulzura, fue mi apoyo y refugio en un momento de cambios muy dolorosos. Me acompañó, me ayudó, me cuidó y nunca me pidió más que la quisiera. Aunque yo sabía que no era para siempre, cuando me dijo adiós me inundó la trizteza de su despedida. Con ella, el balance siempre fue positivo. Sabía que ella algún dia iba a despertar de su locura. Lo que no sabía era cúando. Lo que no sabía era que me iba a doler tanto su partida. No me duele por ella, ella va a estar bien y hasta mejor, al menos eso le deseo con toda el alma. Estoy triste por mí, por que su nobleza, ternura e inocencia ya no van a adornar más mi casa. Te deseo una vida feliz mi flaca hermosa. Buena Suerte.