En casa duermo
pensando en ti
y siento al ver
el piso
que pasas por aquí,
en mi ropero
guardo la falda
que teñí
de color verde
y levanté,
que al hacerlo
descubrí
el manjar de roses
que se escribieron
o escribí
en tu piel.
En casa siento
la merced
de entregarme a ti,
de enamorarme
sentado en el suelo
recordando
lo que fue,
esa noche
entre cielos
y la vez
que nadé
en tus caderas
por primera vez,
cuando desate
el infierno
dentro de mi ser
al entrar sin ver
en ti,
al morder tu pelvis
y comer sin fin
tu cuerpo
perfecto,
muy besable
y ya poco prohibido
porque te diré
que sin sentirlo
estoy enamorado
ya de usted.
Sigo en casa
y muero
al no ver
que tocas mi puerta,
al ver solas
mis escaleras
y mi cama tendida,
aunque sea ven
a dejar tu huella
en mi colchón,
empezamos el culto
de lo sexual
en los rincones
de tu silueta,
besando el culto
de tus pezones
haciéndoles fiesta
con mi lengua,
de tus acciones
tan perfectas
de cultivarnos mutuos
en la vereda
del deseo,
necesidad eterna
y que podemos hacer
ante eso,
solo entregarnos
hasta llegar al
juicio con dios
o al infierno
con un demonio
que reirá por
los dos
y nos dejará
entonar la voz
que sacamos al
hacernos uno,
al hacer el amor.
Sigo en casa
esperando tu reacción
y la respuesta
exacta ante la situación,
quédate conmigo
mujer, que sin ti
mi camino
es un nada,
nuevamente mujer
sigo en casa
esperando a que vengas,
ven y pide posada
que esta casa
podría ser el
castillo
de nuestras
paradas
y largas entregas.