Bellos semblantes que observan el sol,
en cielo diáfano sobre lejanas colinas.
Tienen figura plantada al suelo,
cual alfombra de gran artesano.
Rostros sonrientes de pétalos y corolas
que contemplan la inmensidad,
enmudeciendo con su presencia
a quienes que transitan por el lugar.
Reflejan matices en gran abundancia,
que invaden el alma con suspicacia.
Los sueños se agolpan en la mente,
bañados por tan indescriptible realidad
que puso en la tierra el campesino,
dejando caer semillas de sus manos.
Ocultas cumplen su etapa y explotan,
hasta que los plantines asoman.
En su plenitud se cubren de pimpollos,
transformando el campo en un manto,
en un sinfín de hermosísimas flores.
Tienen la virtud de seguir los rayos del sol,
hasta que en el horizonte se esconde,
cerrando sus pétalos en ensueño adorable.
Cuan inefable es la mano de Dios,
que nos permite compartir
ensoñaciones que animan los sentidos.
Amarillos, ternuras y candor
mientras cayendo entre nubes el sol
los girasoles ríen a todo color.
Mecha Foderé