Por un camino venía una tarde
como una luz que aparece de pronto,
en suaves ríos fluyeron sus ojos
hasta enlazar en los míos su cauce.
Ayer no más eran signos mis brazos
de soledad enraizada en el hielo,
cuando llegó de azul su mirada
que iluminó por completo mi vida.
Tantos azares hicieron la cita
que señaló al destino la ruta,
en esa hora unidos por lazos
tan invisibles, eternos y puros.
Fue sólo un sueño enlazado a mi sueño,
que en primavera aromada a violetas,
en el angosto sendero seguimos
hasta llegar al más cálido nido.
Fueron testigos halcones en vuelo,
de corazones brillantes de luz,
que en las alturas cantaron alegres,
las melodías eternas de amor.
Lupercio de Providencia