No precisamente porque los haya escrito yo, pudo ser usted, amigo lector, cualquiera pudo cometer tremenda estupidez, porque pensándolo bien, un poema describe un momento en que sentimos alguna emoción, un calor intenso, un sofoco, un estado febril; pero hay algo importante: todo estado emocional es pasajero; o sea, lo que usted sintió una vez no lo vuelve a sentir más. Luego, un poema es algo relativo. Einstein hablaba de la relatividad del movimiento, podemos complementar y decir que la poesía también es relativa. Los poemas y lo que se escribe es una visión temporal emocional de una realidad que no será más. Todo es relativo, incluso el amor, lo que ayer prometíamos ahora ni lo recordamos, nadie se muere por nadie. Lo ideal sería buscar todos estos engendros que escribimos una vez y quemarlos lejos de la mirada curiosa de la gente. Porque, amigo lector, aunque usted escriba muy bien y se convierta en el poeta más leído del mundo, tarde o temprano sentirá que es el mayor mentiroso del planeta, cargando con una fama de poeta que le pesa extraordinariamente. La poesía y un poema son enfermedades. Autotitularse poeta es un estigma, es como decirse embaucador, falso, mentiroso. ¿Por qué los escribo?, no precisamente porque quiera ser poeta, es por una necesidad vital de comunicación, tampoco creo que si dejo de escribirlos la humanidad va a desaparecer de golpe llena de desolación. Un poema es como ver las estrellas una noche cualquiera. Cuando usted señala alguna de ellas, y le jura amor a su amada o amado, es posible, según los científicos, que esa estrella no exista, usted está viendo un espejismo, y sueña tranquilamente sin ver la realidad, cuando usted le jura amor a alguien, lo único absoluto, es que esta diciendo una mentira. Escribir un poema es una tarea de construcción, es crear, tratar de no mentir, lo hará tarde o temprano, acordarse de las noches estrelladas y darse cuenta que es posible que ninguna de esas estrellas exista, y que usted este completamente sólo en este planeta.