Cansado de yirar entre patíbulos pernoctados.
el giro de una vida le trajo, la calma suficiente,
el rigor de la necesidad, la belleza de dos ojos inesperados,
y a cada paso que daba, estaba ella,
tendiendole la mano, en cada boulevard ansioso
de su pueblo de praderas y ventanales diáfanos y relucientes.
No existen las multitudes porque este hombre que algún día lo fue,
y hoy...hoy vuelve a serlo, se dá cuenta del milagro
de su atracción tan sincera, tan redundante, tan apasionada,
y mirá su entorno gris, plagado de desprotecciones
de sínodos mal predipuestos, y la ve a ella
ve sus serenos ojos de terciopelo acariciados
por la belleza del ángel que inesperadamente
se posa entre ambos y procede a tocarlos
sin siquiera rozar sus cuerpos, ahi están,
sumidos en la delicia profama de dos almas
que encontraron su destino.