Leyendo a Unamuno

Unamuno.
Unamuno, Maestro:
Mirada inquisitiva y penetrante.
Profundos ojos negros e inquietantes,
Como el abismo mismo,
Que ante ellos se te abre
Con la fuerza invencible del Destino.
Profundos ojos negros,
Que tus lentes realzan,
Y que están viendo y que están viviendo,
Sumidos en la Angustia más profunda,
Los mil y un Misterios
Y las Mil y una Dudas
Que nos van lacerando como heridas
A nuestro fugaz paso por la Vida,
Camino de una Muerte,
A la que ya nacemos condenados,
Inexorablemente.
Unamuno, Maestro:
Luenga barba afilada,
Poniendo marco a tu afilado espíritu.
Rostro reconcentrado,
Semblante majestuoso y pensativo,
Como el que antes de hablar queda pensándose,
Solemnemente lo que va a decirnos,
Con la más absoluta seriedad,
Para que sus palabras penetrantes,
Más nos calen y duelan,
Pues la Vida del Hombre
Es Angustia y tragedia,
No un juego intrascendente para frívolos,
Que ni sienten, ni piensan,
Y que pasan de todo, mientras pasan
Y se van de este Mundo
Camino del Olvido y de la Nada.
Unamuno, Maestro:
Cuando uno te mira,
Según te mira advierte,
Cómo te vas por dentro consumiendo.
Sin poderlo evitar. Tal vez, queriéndolo,
Pues no podemos evitar la Muerte,
Que nos sume en la Duda y el Misterio.;
Que mata en nuestras Almas la Esperanza;
Que a la palabra “siempre” sustituye
Por la palabra “nunca”,
Y desde ella dispara
Las balas de la “ Angustia”,
Que ya antes de matarnos, nos desgarran.
Unamuno, Maestro:
Con el Ascua Encendida te comparo:
Que Ascua Encendida eres.
Ascua encendida son tus pensamientos.
Ascua siempre encendida. Y siempre ardiendo.
Poniendo luz, a veces, en las cosas,
Dejando ver sus sombras, otras veces,
Pues que las luces y las sombras son
Las que hacen que la Vida, a un mismo tiempo,
Sea un Milagro y un Misterio sea.
Unamuno, Maestro:
¡Qué imposible que es,
Que se pueda quedar uno impasible,
Cuando te lee!
¡Qué imposible que es,
Que uno pueda quedarse indiferente,
Cuando nos dices todo lo que piensas,
Cuando nos dices todo lo que sientes!
Si al escribirlo, así tú te estremeces,
¿Quién leerte podrá.,
Quién leerte podrá y no estremecerse?
Unamuno, Maestro:
Nadie como tú has hecho
Que duden los Creyentes de su Fe
Y duden de sus Dudas los Ateos.
Nadie como tú has hecho
Que la Duda y la Fe caminen juntas
Y que juntas se asomen
Al brocal del Misterio y de la Angustia.
Unamuno, Maestro:
Como sacude el huracán al árbol,
Sacude tu lectura a nuestras Almas.
Si el huracán del suelo nos arranca,
¿Dónde podrá arrastrarnos?,
¿Qué cambio en nuestro Ser y en nuestras Vidas
Nos estará esperando,
Si es que de lo que fuimos queda algo,
Tras nuestro fugaz paso por la Vida?
Unamuno, Maestro:
Tú siempre nos has dicho
Que Dios nos habla a todos oculto en su silencio.
A unos llega su Voz.
A otros sólo sus Ecos.
Unos quieren oírle.
Otros se hacen los sordos.
Pero Dios siempre elige
Un camino secreto
Para llegar a todos:
El camino secreto de la Fe y del Misterio.
Unamuno, Maestro:
Mil veces nos lo has dicho
Y lo tengo por cierto.
Y lo comparto:
Lo que más nos inquieta,
Lo que más nos sacude y estremece,
Es justamente aquello que no vemos,
Pero que dentro de nosotros crece
Cual Sentimiento que se vuelve Incendio
Y abrasándonos va, mientras se extiende:
Y es la Ausencia del Dios al que buscamos,
Desesperadamente.
Unamuno, Maestro:
Sé que a través de Cristo,
La Voz de Dios te ha hablado,
Como le habló a Pascal,
Al que leíste y admiraste tanto.
Tanto que, como él,
Apostaste tu Vida
A un solo compromiso:
El de creer y el de esperar en Cristo.
Sin su Venida al Mundo,
Hombre y Mundo se vuelven un Absurdo
Y Angustia se nos vuelve haber nacido.
Unamuno, Maestro:
Con permiso de Cristo, déjame que te diga:
Estoy seguro de que ya has ganado
La sola Apuesta que ganar querías:
Buscaste a Dios en Cristo,
Sin tregua ni descanso.
Buscaste a Dios en Cristo,
Hasta morir.
Buscaste a Dios en Cristo
Y le encontraste al fin.
¡Porque Dios te buscaba también a ti!