En cierto modo, era feliz
aquellos años solitarios
de caminatas nocturnas
(yo y mi sombra) por las calles
grises de la soledad.
Vivía entre cuatro paredes,
mis paisajes rutinarios
eran los muebles, las cosas
que siempre estaban allí;
todo igual, sin ningún cambio.
Y así era día tras día,
noches mil, de sueños vanos,
y un insaciable apetito
de amor y de compañía.
Pertinaz melancolía
y un olvido momentáneo
durante los días de trabajo,
procurando sonreír,
buscando siempre a la vida
el lado amable, y viendo a diario,
de perfil, pasar el tiempo.
Cambiando de calendario,
disfrutando los momentos
y las cosas más sencillas,
sintiendo frío el corazón,
con el alma de rodillas,
huérfana ya de ilusión.
Pero no se comparaban
ni mis mejores momentos
vividos aquellos tiempos,
con mi situación actual:
Desde que te he conocido,
desde que estoy a tu lado,
todo en mí ha reverdecido;
hoy me siento renacido
como árbol en primavera
y es esta la vez primera
en que mi sueño se ha cumplido.
Mi corazón, redimido
por tu amor y tu presencia,
nuevamente ha florecido
y se ha impregnado de tu esencia.
El pasado va al olvido,
pues nunca antes había tenido
tanta fuerza en mi existencia.-
Eduardo Ritter Bonilla.