MENDIGO DE AMOR

Oye compadre.

¿Te acuerdas de aquél toro joven que mi padre te vendió?.

  Sí hombre, aquél del pelo negro que le brillaba más que el sol.

Aquél al que yo quería como a un hijo.

Con cariño y mucho amor.

¡Mira que quise a ese toro!

Yo a mi padre desde entonces,

le perdí la devoción.

porque a un amor de niño

le arrancó toda su ilusión.

Por ello a mí me extraña mucho

que no te acuerdes tú

de aquél toro tan hermoso

que a tu piara llegó.

Porque estoy muy convencido

de que a las vacas de tu recua

las sembraría de amor.

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Hombre compadre

no me digas más.

Que a un ejemplar como ese,

nunca se le puede olvidar.

Pues me cubrió a tantas vacas

con amor y voluntad,

que parecía haber nacido

solamente para amar.

A veces ni comía siquiera.

Sólo era conquistar.

Y aquellas hembras lozanas,

exitadas por su bramar

muy pomposas paseaban

y se dejaban montar.

Y yo embelesado quedaba

ante tanta voluntad.

Voluntad de macho puro

como no se encuentran ya.

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Pero qué final más malo.

Qué pena el ver mendigar

a aquél que todo lo tuvo

y que ya no tiene ná.

Hoy si tú lo vieras

te hartaría de llorar.

Pues hasta el pelo lo ha perdido

y el brillar de su mirar.

Y hay una hembra muy tierna

que le sobra la maldad.

Pero que es bella como las diosas

aquéllas de la antigüedad.

Que lo tiene siempre en celo

pero no se deja enganchar

porque dice que le falta

por vejez virilidad.

Y no sabes tú compadre mío

la pena que eso me da.

Por ello muy de mañana

un día lo voy a llevar

al establo con las hembras

que ya no pueden criar.

Y sepa usted compadre mío

que eso lo va a matar.

Pero es mucho peor verlo

como a un rey mendigar.

Luz perdida

19/05/88