No hay capítulos cerrados
sin prológos despiertos,
sin nudos entrelazados
sin finales casi muertos,
no existe la paradoja
tampoco la resistencia,
solo el hambre que deshoja
mis hábitos de ausencias,
no persiste el valiente
ni tampoco el aguerrido,
quizás viva el penitente
con sus pecados en vilo,
no calla el mas cobarde
ni repite el mas ausente,
tal vez se someta a la tarde
o a la noche de sus muertes,
no perservera el hombre sano
ni el enfermo, ni el pudiente,
solo son manchas en las manos
de sangre y venas calientes,
no amanece el incisivo
ni se duerme el mas prudente,
son mañanas mas que olvido
son las noches mas corrientes,
y no me juzgo por aberrante
ni tampoco por imprudente,
me duele el alma un instante
y al otro...me suicida el siempre.