Sobre tu cintura adornada
se crecen las maravillas.
Cascadas de aroma y alba
se prenden cual ensenada:
unas se tejen de madrugada,
otras, de iris a tus pupilas.
Granates en dijes de oro
relumbran sobre tu cuello,
y la luna medio escondida
se merma por aludida.
Belleza atezada de un ojo negro
que baña la playa como un espejo,
las cejas lindas le adornan
y pintan las chapas de fucsia y grana.
¡Ay de mis sueños del ave!.
¡Ay de los lirios en los agaves!.
Si tenerla pudiera en breve
y sentir su cintura que abre
lo que detenta belleza de gema y jade.
¡Preciosa!: así las flores tu nombre escriben.
El dulce eco que arrulla y gime
de blancas rosas habla y emerge
y ante el rocío toca tu frente.
Guardián, el viento,
en ti esculpe y adora en canto,
fulgura tenue junto a tu mano.
Cuentan los sueños que fuiste aurora,
y en mi ventana, muy de mañana,
del viento te desprendiste.
De tus caderas
se cuelgan las maravillas:
nardos de espuma, sutiles rimas,
rosas de aurora que lidian
con el semblante de las orquídeas;
Versos primaverales que en el otoño
buscaron nidos bajo tu hombro.
Si yo pudiera, si yo pudiera
llenar mis manos de maravillas:
como tus ojos, como tus sueños,
como un destello de golondrinas.
Si yo pudiese besarla toda
y llenar mis labios de maravillas…
Salvador Pliego