Sólo los muertos están en la soledad, tristes y olorosos a polvo,
en medio de un jardÃn antiguo cubierto de leyendas.
Sólo ellos están escuchando la amarga canción del tiempo
mientras en la tierra transcurre amor, nostalgia, ausencia.
La lluvia nos trae sus rostros dulces y lejanos,
perdidos en la memoria, en la distancia de los dÃas,
esos muertos misteriosos que nos rodean:
muertos afables, hundidos en el silencio de las cosas.
Estamos en la tierra, estamos en el cielo, estamos en el tiempo.
Estamos penetrando a cada instante al reino de los muertos.
Somos los hombres que echamos una mirada al pasado,
allà donde el oleaje escribió bellas historias,
allà donde el corazón fue amor, paz;
donde únicamente hubo ternura para conquistar al mundo.
Ellos fueron nuestros padres, nuestros hermanos, nuestros hijos.
HabÃa resplandor y nostalgia en sus ojos,
Los muertos que duermen olorosos a polvo,
ocultos en la ciudad de la tristeza.
Como homenaje tierno hay una canción hermosa,
el réquiem del silencio en nieblas melancólicas,
el brindis del insomnio atrapando sus voces,
los muertos solitarios olorosos a polvo.