Eras la hermana mayor
corazón y alma de madre sin hijos
que no te dio la vida,
pero adoptaste hijos como la realidad no te brindó...
Fuiste alma, ternura, dulzura y amor...
Pasaste por la vida adorándonos,
pendiente de cada uno de nuestros pasos...
Florecías con el nacimiento de cada uno
y nos acunabas en tus brazos celestiales,
manifestando tu amor de madre hacia todos.
Sentiste cariño infinito, volcaste todos los sentidos en ellos
y esa ternura fue intensamente respondida.
Refugiarnos en tu regazo y recibir tus besos de tía
era un manantial de arrullo,
como el canto de las aves a sus polluelos...
No olvidabas cumpleaños, primaveras, ni otoños...
Fuimos creciendo siempre bajo tu protección.
Nos hicimos adultos y visitarte era un alborozo.
Reunirnos junto a tu mesa de cumpleaños: un rito...
Viajábamos desde los lugares más distantes,
para asistir a tu festejo...
¡Que dulce tu encantadora presencia!
Donde siempre recordabas nuestra infancia pasada...
Fuiste adoración
y el ser más puro y sabio de la tierra...
Compartimos tus sentimientos
que fluían de cada esencia de tu ser...
Recuerdo esa eterna ternura,
reminiscencia de aquellas caricias
que a todos brindaste...
Ser especial etéreo, siempre recordado...
Ángel celestial de toda la familia.
Corazón gigante de madre inmensurable...
Siempre estabas presente
en las enfermedades o festejos.
Tenías áurea angelical
y la admiración y ternura de quienes te rodeábamos...
Han pasado los años, y a pesar de ellos
tu tumba es una primavera cubierta de flores
de tus hijos del amor
que jamás te olvidan. Mecha Foderé
Nunca habÃa leeido algo que me calara tan hondo el alma,escribes muy bello,además me identifico mucho con tu poema SIGE ASI!!!!!!!!!!!!!!!!!!