Poema a la Ciudad Helada.

Hay una ciudad en la que el tiempo se detiene
mas crece cual ninguna, letal y bruscamente
nada palpita en ella, todo es inerte y quieto
de esa ciudad, los rumores son siempre ajenos
son del inevitable extranjero que es la gente
Desierta de vida, tétrica, hostil, eterna y fría
alberga despojos materiales de cíclicas historias
desde la eternidad renovada, en rutinas sin gloria
todas con esperanza vana de renacer un día
todas con la utopía de retornar con la memoria
de transitar el cuerpo que los alojó en la vida.
Los ángeles hediondos de humedad y cieno
muestran la paradoja de sus piadosas formas
sus manos extendidas, sus ojos con dulzura
pero ciegos siempre, al vislumbrar la oscura
noche, que no acogen sino que mal adornan.
Y en invierno, cuando invade el aire la sombría
niebla, que incierta y densa emerge de las grietas
la atmósfera se inunda de plegaría y letanías
con su agorero sonido, triste, reiterado y frío
y se ahonda el lamento que a la perdida vida reta
las campanas que esbozan tenebrosas melodías.
Sobrecoge el alma la calma de piedad y olvido
los murmullos agónicos y coros de alimañas
ahondan la amalgama de dolor grave e incierto
en los ateridos rehenes de quienes han partido
que quieren huir pero siempre los deja retenidos
la idea que el alma, esta en los cuerpos muertos.