como en tu bendita ignorancia
ante todo lo que te rodea,
eres tan feliz.
Y tu felicidad
se convierte en mi tristeza,
al ver que en el futuro,
como en este presente,
se valorará poco la personalidad
y se adorará tanto la riqueza.
Tenerte ha sido una gran alegría,
pero también una gran tortura
al ver que te vamos a dejar
un mundo decadente
y carente de conciencia.
Espero poder enseñarte,
y que comprendas,
que la vida no forma parte
de la devastadora riqueza,
ni llevar buenas ropas,
ni un peinado que te haga más llamativo.
La vida es caminar con respeto,
saludar, dar los buenos días,
ayudar a las personas que lo necesiten
con, por ejemplo, las bolsas de la compra,
ceder el sitio en el autobús
y demás cosas cotidianas,
por las cuales,
se empieza a aprender
que es el respeto.
Entendiendo lo más simple
se termina comprendiendo
lo más complicado,
y este mundo es muy simple
para complicarlo tanto.