No sé perdonar
al destino ingrato,
porque, si nacer para nada,
¿para qué nacer?
¿Para qué me puso aquí?
para observar impotente las miserias,
los miedos, fracasos y desesperanzas
de los cuerpos, ya sin almas, de los hombres
Mas frustrante sería
estar aquí,
para contemplar las preponderancias
y las soberbias;
y corazones desalmados
que tantos hay aquí
Viendo como éstos
atemorizan al humilde
y sencillo hombre de Dios
Parece un contrasentido
que los primeros sean premiados;
y los segundos, sean alejados
de la voluntad de Dios