Cuarenta y dos setecientos treinta

Tu me das la posibilidad de volver allí
es un sueño para mi concebir tal idea
volver a esos lugares, a mi aldea.
Recordad viejos tiempos y realizar los nuevos
volver a ese barrio, a mi barrio,
conversar con la gente, con los conocidos,
con esas caras cambiadas después de estos 13 años
13 años de no volver, de no caminar esas calles
tanto tiempo que yo también he cambiado
y no pueden concebir cuanto cambié.
Caminar por la 42 y hablar con los pocos que quedan,
cuantos se han ido, del barrio, de la ciudad y de la tierra.
Hablar con el Gordo Lanzoni o con el abuelo Tomás,
saludar a Lidia, charlar con Nilda, ir a lo de Mery
deambular por la 31, pasar por lo Buero
ir a lo Disalvo, viejo y típico almacén de mi corazón,
doblar por la 44 y llegar a lo de la Tía Angela
aunque allí ya no encuentre a Honorio.
Pasar por aquel nº 730 de la calle 42
y no ver nada y ver todo y ver un invasor
ya no esta la tapia alta, pelada, vieja con la puerta celeste
ni la vereda de ladrillos, sucia de hojas de paraíso
ya no se ven detrás la vieja casa de mis antepasados
ni el cactú, el laurel y tampoco el banano
ni el corredor de chapas oxidadas rodeado del parral,
por el que corrío alguna vez el niño que fuí yo
las grandes habitaciones frías, altas, inmensas
y la cocina cálida y fría, pequeña y grande
lugar de encuentro continúo.
Raro embrujo, casa del alma,
no me puedo olvidar de tí,
te soñé y te sigo soñando,
te llore y te lamento hasta hoy,
ay, casa del alma
que escondido secreto me ata a voz.