DORMIR LA BRISA

Despertar en una noche cualquiera después de la fusión de dos cuerpos y verte respirar.
Dibujar trazo a trazo los latidos de un corazón lejano, tardío y ajeno.
Mirar despacio, detenerme a observar y rasguñar tu presencia efímera.
Déjame.
Acariciar tu cara como en un ritual mientras duermes sin soñar.
Tocar un poco de brisa y dormir de nuevo, a tu lado. A un lado de tu indiferencia, por encima de lo demás.
Escuchar la forma que tienes de hablar a propósito de sueños, a propósito de risas infantiles, elaboradas para ti o para mi en el mundo inconsciente que estás viendo, mientras yo te sostengo en un abrazo de tormenta.
Déjame.
Alcanzar en tu pecho un latido de más, a pesar de los tiempos, a pesar de las voces y a pesar, a veces, de no saber andar.
Dormir la brisa como duermes el aire. Tan lentamente que un siglo sea menos de lo que pueda aguantar.
Escribir de pronto sobre las hojas secas, escuchar un tango y recordar lo virtual. ¿Por qué no?.
Eternizar un segundo tu cuerpo dormido desconectado y olvidado, mecido por la brisa, dormida, igual que tú.
Déjame.
Acercarme a tu nombre, el placer ideal, rendirte respuestas sin terminar, atafagadas de pasiones encontradas en cualquier lugar... un carro, debajo de él, un sótano, una terraza, una iglesia, un altar, un colegio, un jardín, un rincón.
Pensar que piensas que sé lo que dices, inmenso, inmerso.
Dejarte dormido y salir a buscar una brisa furiosa pensando en encontrar un rival, como yo, que sin dormir ya te sueño.
Déjame.
Intentarlo de nuevo, volver a empezar y soñarlo feliz porque igual, qué más da, si te veo dormido tejer una historia alrededor de todo, si te veo pintar con la mano derecha, si ya te conozco de a poco y suelo olvidar lo que poco me gusta, no más.
Déjame.
Olvidarte un poquito, ver dormir la brisa y al final de la canción, como dice Alfonsina, dejar a una mujer, a tu mujer, amarte vestida de sol.