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Poema
Categoría: Nostalgia

MI PRIMA MONICA

“El recuerdo es el único paraíso del cual no podemos ser expulsados”.


Por: Juan Paúl Sartre.


“Destruimos al otro cuando somos incapaces de imaginarlo”.


Por: Carlos Fuentes.


Como es difícil penetrar en el corazón de Cronos.


Mirar a hurtadillas las alforjas del tiempo.


Las manecillas insobornables de un reloj cósmico.


Es doloroso hacer el esfuerzo de la infancia.


Una niebla espesa que no deja ver el pasado.


Sólo se atisba las siluetas de los recuerdos.


Escucho tenue los ladridos de Zulema.


Veo los caminos sinuosos del patio de mi abuela.


El aguerrido pájaro que taladra el alma del árbol.


Me escondo con mi prima en la gruta oscura más allá de los perales.


Mi tío Atanasio nos mira entre el desdén y la inocencia.


Moni descubría extraños animales debajo de las raíces.


Construía de pronto una sabia clasificación de insectos.


Nos abrazábamos para contemplar la luna entre los perales.


Contemplamos con asombro la vida en los nidos de los pájaros.


Nos daban miedo los gusanillos de mil pies.


Dejábamos extrañas palabras en los tallos de los árboles.


Ella revisaba con maestría el color morado del caimito.


Sentía un llamado místico por los colores de la naturaleza.


Les robaba  extrañamente el néctar a los pájaros.


Tenía la habilidad de subir los árboles más altos.


Me decía que el peligro era madre del conocimiento.


Le gustaba oír el canto de los gallos en la lejanía.


Usaba ropas livianas y transparentes.


Así era su inocencia.


Atrapaba ardillas que besaba y las dejaba libres.


Nos abrazábamos entre la lluvia y el trueno.


Escondidos escuchábamos el canto del abuelo.


En la tarde recibíamos el concierto poético de la abuela.


En la noche el patio se llenaba de mitos y fantasmas.


Nos estremecía el alma, el canto extraño del búho.


El corazón nos temblaba al ver el festín del gavilán.


Contemplar la muerte era sentir un vacío en el alma.


Ella lloraba con un dolor desconocido.


Una tristeza infinita invadía su mirada.


Yo trataba de calmar su llanto.


La resguardaba dulcemente en mi pecho.


Es ella la prima de mi infancia.


Su voz era tierna y misteriosa como los enigmas.


La mirada tenía el don de penetrar el misterio.


Un lenguaje para explicar lo extraño.


Las noches inventaban sus propias siluetas.


Nos invadía el miedo y buscábamos el refugio de los abuelos.


Mercedes nos leía la cartilla Alegría de Leer.


Sentíamos el llanto de la madera herida por la Sierra.


El patio era una breve isla negra nerudiana.


La lluvia nos revelaba sus misterios.


Bajo el barro se escondían los milagros de la vida.


María hurtaba las gotas cristalinas de las rosas.


Las sombras de la tarde eran tenebrosas.


Las trinitarias perdían su belleza en los ocasos de los días.


Mónica extasiada oteaba la diversidad del pequeño cosmos.


Muchas veces habló con tristeza.


Manuel, el día que no estés te buscaré en mis recuerdos


Yo te hallaré en las grutas ocultas del patio.


Mientras tanto seguiremos viendo las estrellas y la luna.


También el canto de los azulejos enamorados.


 


Por: Manuel Guillermo Ebratt Doncell


Barranquilla, Diciembre 24 de 2015.


 

Datos del Poema
  • Código: 374204
  • Fecha: 20 de Marzo de 2016
  • Categoría: Nostalgia
  • Media: 10
  • Votos: 2
  • Envios: 0
  • Lecturas: 784
  • Valoración:
Datos del Autor
Nombre: Manuel Ebratt Doncell
País: ColombiaSexo: Masculino
Fecha de alta: 26 de Octubre de 2015
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